Los vestigios visibles de los días de Crystal Hefner como playmate de Playboy han desaparecido en su mayor parte. El pelo rubio níveo que alguna vez caracterizó a la tercera y última esposa del fundador de Playboy, Hugh Hefner, se ha convertido en un rubio más oscuro. Ha cambiado los atuendos reveladores por ropa recatada, como suéteres de punto beige.

Sin embargo, una mirada más cercana revela a una mujer que todavía se está aclimatando a la vida fuera de la infame Mansión Playboy de Los Ángeles, la cual abandonó hace unos siete años, poco después de la muerte del editor de la revista en 2017.

En una tarde reciente, Crystal Hefner se apoyó en una banqueta rosa en un restaurante italiano de Manhattan. Parecía pensativa: hacía menos de una hora que había leído por primera vez un fragmento de su nuevo libro de memorias, Only Say Good Things: Surviving Playboy and Finding Myself, ante un grupo de desconocidos.

Crystal Hefner, de 37 años, dijo que todavía se está adaptando a la vida fuera de la mansión, donde vivió durante casi una década y donde “fue recompensada por ser pequeña”. Ha estado intentando desprenderse de los condicionamientos que soportó entre sus fastuosos muros. “Empoderarse es un trabajo en curso”, afirmó.

Only Say Good Things, que sale a la venta el 23 de enero, es un paso hacia la consecución de ese poder. En el libro, Hefner reexamina su iniciación en el mundo de Playboy; detalla la cosificación y la misoginia que, afirmó, experimentó bajo la dirección de Hugh Hefner, y extrae el trauma que aún está procesando.

“En aquel momento”, dijo, “me deben haber lavado el cerebro o algo parecido”.

Crystal Hefner conoció a Hugh Hefner en una fiesta de Halloween celebrada en 2008 en la mansión. El lugar ofrecía una visión de cómo vivía el 1 por ciento más privilegiado, escribió en el libro, y ella quería formar parte de esa clase. A los 21 años, fue una de las muchas asistentes con reveladores disfraces de mucama francesa a las que él invitó a su dormitorio para practicar sexo en grupo mientras la fiesta terminaba.

En poco tiempo comprendió que las visitas a la mansión solían implicar una “visita al dormitorio al final de la noche”, escribió en su autobiografía. En aquel entonces, creía que valía la pena.

Crystal Hefner se mudó a la mansión dos semanas después de la fiesta de Halloween, y empezó a salir con Hefner unos dos años después de conocerse. (Por aquel entonces, él seguía casado con su segunda esposa, Kimberley Conrad, pero ambos vivían separados).

Como novia y más tarde como esposa, Crystal Hefner tenía que, de forma rutinaria, mantener su aspecto físico para él. Si engordaba, él le decía que se “tonificara”, escribe en el libro, y si se le empezaba a brotar el pelo castaño, él le decía que se lo pusiera más rubio.

Hefner contó en el libro que ella y otras amigas que vivían en la mansión recibían un pago semanal de casi 1000 dólares y que tenían un estricto toque de queda disfrazado de cronograma. Si lo incumplían, Hefner podía hacer un berrinche.

Crystal Hefner escribió que hizo varios intentos para escapar de la mansión cuando era una de las novias de Hefner. En una ocasión, lo logró: les dijo a los guardias de seguridad de la propiedad que necesitaba comprar tampones y se fue a vivir con una amiga que vivía cerca. Pero volvió a mudarse a la mansión un año después, dijo, porque sufría del síndrome de Estocolmo.

“Simplemente pensaba: ‘Ay, este es mi destino. Aquí es donde se supone que debo estar’”, dijo. “Tenía 25 años”.

A menudo satisfacía los deseos de Hugh Hefner a expensas de los suyos, afirmó, porque temía ser sustituida por alguien más joven, más vigorosa, más rubia y con “pechos más grandes”.

Hefner afirmó que esas preocupaciones se apaciguaron ligeramente con su boda en 2012, cuando ella tenía 26 años y él, 86. (El segundo matrimonio de Hefner, con Conrad, terminó en 2010 tras una separación de 11 años; su primer matrimonio, con Mildred Williams, a quien conoció durante sus años universitarios, terminó en divorcio en 1959).

Su unión con Crystal Hefner fue ideal para la prensa sensacionalista. Algunos la desestimaron como una “caza fortunas” y una “rubia tonta”, reduciéndola a nada más que otra muesca en el cinturón de un hombre conocido por salir y casarse con mujeres más jóvenes.

Ella escribe en el libro que no se sentía cómoda teniendo relaciones sexuales sola con Hefner, por lo que a menudo invitaba a una amiga a unirse a ellos. Para 2014, el sexo había cesado debido a la edad y el deterioro de la salud de él. En casa, Crystal Hefner comenzó a convertirse más en una cuidadora que en una compañera: se describió a sí misma como “la esposa cariñosa y solidaria en público” y “la enfermera que llevaba su orinal por la noche”.

Cuando Hugh Hefner murió de un paro cardiaco a los 91 años, al principio ella protegió su reputación. Crystal Hefner escribió cómo, antes de morir, Hefner le hizo prometer “solo decir cosas buenas”.

Su propósito de mantener esa promesa comenzó a desvanecerse en 2019, dijo, cuando comenzó a ir a terapia después de ver Leaving Neverland, el documental que detalla las acusaciones de abuso sexual de dos hombres que tuvieron relaciones de larga duración con Michael Jackson.

El mirar en retrospectiva su matrimonio ahora evoca sentimientos de arrepentimiento y repugnancia, aseguró Crystal Hefner. Todavía está aprendiendo a construir relaciones sanas y a romper las tendencias codependientes que desarrolló durante su relación con el dueño del imperio Playboy.

“Cuando empecé a salir de nuevo, fue difícil”, afirmó, “porque Hef quería que estuviera a su lado todo el tiempo”.

No fue sino hasta hace poco, dijo con risa nerviosa, cuando aprendió el concepto de establecer límites. “No tenía ninguno cuando estaba en la mansión”, reveló. “Si querías estar allí, no podías tener ninguno”.

Dijo que su marido podía ser emocionalmente abusivo y algunas de sus otras examantes han hecho acusaciones similares. En 2015, Holly Madison, una antigua novia, publicó un libro de memorias en el que relataba las estrictas normas que debía seguir en la Mansión Playboy y los consiguientes problemas de salud mental que sufrió. Muchas playmates se molestaron por el libro cuando salió a la luz, dijo Crystal Hefner, incluida ella.

¿Pero ahora? “Lo veo de una forma completamente distinta”, afirmó.

Antes de su muerte, Hefner había negado las acusaciones de Madison y otras hechas contra él. Después de que Madison publicó su libro, él dijo en una declaración a la revista People que seguía siendo amigo de muchas de sus exnovias, pero que algunas “han optado por rescribir la historia en un intento de mantenerse bajo los reflectores”.

El grupo PLBY, empresa matriz de Playboy, ha vuelto a abordar en los últimos años las acusaciones contra Hugh Hefner. Antes del estreno en 2022 de la serie documental de A&E, Secretos de Playboy, el grupo publicó una carta abierta en Medium en la que reconocía las “acusaciones de acciones abominables por parte del fundador de Playboy, Hugh Hefner, y otros”.

“Confiamos y validamos a las mujeres y sus historias, y apoyamos firmemente a las personas que han dado un paso adelante para compartir sus experiencias”, decía la carta. (El grupo PLBY no respondió a las solicitudes de comentarios para este artículo).

Jennifer Saginor, que escribió un libro sobre sus visitas periódicas a la Mansión Playboy con su padre, antiguo médico de Hefner, describió a Crystal Hefner y a otras mujeres que vivían y pasaban tiempo allí —la mayoría jóvenes, delgadas, rubias y blancas— como “accesorios contratados” que ayudaban a Hefner a cultivar una cierta imagen.

Saginor, que conoció a Crystal Hefner a través de su conexión común con el universo Playboy, dijo que tenía dudas de que las amantes del editor de la revista no supieran a lo que “se estaban comprometiendo” al mantener relaciones con él.

Hefner dijo que su vida actual es muy distinta a la de sus días en la mansión. Se gana la vida comprando y vendiendo propiedades de alquiler y, durante el último año, ha estado viajando entre Los Ángeles, donde vive, y Hawái, donde compró una granja.

No está segura de que Los Ángeles sea su “lugar para siempre”, dice, porque le gusta la idea de vivir “en algún sitio un poco menos superficial”.

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